martes, 15 de octubre de 2013

Rutina. Un poema de Héctor Abad Faciolince

A Ricardo Bada

Esa felicidad,
esa seguridad
de repetir los mismos gestos cada día.
Exprimir las naranjas,
preparar el café,
tostar las rebanadas
de pan,
untar la mermelada.
Darle a la vida
el ciclo regular de los planetas,
acostarse a las once,
levantarse a las seis,
sentir que cae el agua
tibia, plácida,
encima de tus hombros,
usar siempre
el mismo jabón, el mismo champú,
la misma loción
–la que usaba tu padre–.
Protestar por lo malo
que se ha vuelto el periódico,
el de toda la vida,
el pan de cada día,
y volver a comprarlo
con ese mismo asco resignado
de tener que cagar
una mañana sí y otra también.
Usar siempre los mismos
viejos zapatos que se parecen
más a ti que tus pies.
Vestirte
con el eterno azul
que te vuelve invisible,
felizmente invisible.
Sentir que tú eres tú,
que yo soy yo.
Ir a los mismos sitios,
comer las mismas cosas,
jueves frisoles,
lunes pescado,
sábados arroz...
Visitar a tu hermana todos los veranos
y pensar que envejece,
pero decirle siempre que no cambia,
que no cambie.
Recordar a los muertos
en cada aniversario;
enviar tarjetas cursis
en cada cumpleaños.
Planear de nuevo el viaje
que nunca emprenderemos.
No poder soportar
que ya no haya tranvía,
que hayan movido
la parada del bus
a la otra manzana,
que hayan quebrado los ferrocarriles,
que nadie escriba cartas
y haya que adaptarse
al correo electrónico,
tan vulgar, tan urgente,
la vida un permanente
telegrama.
Resistirse a llevar en el bolsillo
un teléfono,
detestar que el dinero
sea de plástico
y no de plata, de oro o tan siquiera
de papel.
Que el mismo corte de pelo
te lo haga siempre el mismo peluquero,
que tengas siempre gripa por enero,
que el primero
y el quince
llegue la quincena.
Desayunar trancado,
almorzar abundante,
cenar poco,
quejarse de la gota, de la bilis,
de la memoria y de la digestión.
Creer que nunca sueñas.
Recordar ese chiste
de tu única esposa:
“Aquí se picha los viernes
estés vos o no estés vos”,
y hacer hasta lo imposible
cada viernes
por encaramarte en ella
con ganas o sin ganas
porque l’appetito vien mangiando
como dicen en Turín.
Negar que eres un soso,
un rutinario
con el verso aprendido de un amigo:
“La vida se soporta
tan doliente y tan corta
solamente por eso”.
Caminar por la calle ensimismado,
ausente de este mundo,
rumiando en tu cabeza
historias, frases, viajes, desventuras,
crímenes, adulterios, melodramas, incestos,
abortos, heroínas, traiciones, sacrificios,
saber que todo drama
está en tu calavera,
que la gran aventura
ocurre en las paredes de tu cráneo,
que nunca habrá más grande sensación
(orgías, drogas, sueños)
que aquello que imaginas.
Que la vida consiste en perdonarnos
las ofensas que hacemos,
los gestos que no hicimos,
los silencios cobardes,
los fingidos afectos,
las mentiras.
Y escribir cada día,
ganar la lotería
de al menos una frase
que nadie ha dicho nunca,
tener un pensamiento
que todos han tenido,
pero decirlo bien
con todas las vocales,
con todos los sonidos,
con todos los sentidos.
Lograr que la aventura de tu vida
esté en las páginas que escribes,
en los ojos que ahora
pulen un heptasílabo,
quitan o ponen una coma, una tilde, un acento,
en los ojos que ahora se detienen
complacidos tal vez
o entretenidos
en un punto, este punto: .

miércoles, 12 de junio de 2013

Exageraciones. Parte I

-Pues qué quieres que te diga. Yo no podría.

-El qué

-Colgarle a uno y después llamar al otro como si nada. Sentir las dos voces en un intervalo de menos de un minuto. ¿No te parece muy de secretaria?

-Gestión del tiempo...

martes, 21 de mayo de 2013

Las cosas simplemente suceden... o no

Hay momentos que suceden
o no
simplemente

Una voz al otro lado del teléfono a horas inesperadas
una lágrima
una charla como las de antes
un "te echaba de menos"
un día especial
un arrebato
o no
simplemente las cosas 
suceden
o no

Camino cabizbaja con estos pensamientos
cuando en el trayecto de todos los días
me cruzo con sus ojos
todas las mañanas
en el mismo sitio

A veces me oye hablar.
Quejarme a la salida
con alguna compañera
de la incompetencia
y el jaleo administrativo

Y bueno... seguro que mañana también nos encontraremos
en el mismo sitio
con esa cara de ¿ni siquiera es jueves?
Y pareceré entenderle
sin mediar palabra otra vez
con una sonrisa cómplice

o no. 

jueves, 21 de febrero de 2013

No te ofendas...

Estoy acostumbrada a sentarme en la mesa con lo que toque para comer.

Y aquellos días tocaban las sobras de las sobras de un corazón en paro.

Teniéndolo en cuenta, ni duele.

No te ofendas, pero no me costó olvidarte (o des-querer)
Ni siquiera tuve la tentación de echar la vista atrás.
¿Qué queda por hacer cuando se ha hecho todo?

Después de un trago de café amargo, se acaba el menú
y hay que continuar la rutina: Soltar unas monedas y sonreir al camarero.

No te ofendas si sigo como si nada. Es solo que voy al día, con la visión que el día me ofrece. Con lo que tengo para hoy.