jueves, 21 de febrero de 2013

No te ofendas...

Estoy acostumbrada a sentarme en la mesa con lo que toque para comer.

Y aquellos días tocaban las sobras de las sobras de un corazón en paro.

Teniéndolo en cuenta, ni duele.

No te ofendas, pero no me costó olvidarte (o des-querer)
Ni siquiera tuve la tentación de echar la vista atrás.
¿Qué queda por hacer cuando se ha hecho todo?

Después de un trago de café amargo, se acaba el menú
y hay que continuar la rutina: Soltar unas monedas y sonreir al camarero.

No te ofendas si sigo como si nada. Es solo que voy al día, con la visión que el día me ofrece. Con lo que tengo para hoy.